“Hijos de hombres, …¿Hasta cuándo amaréis la vanidad y buscaréis la mentira?”, (Salmos 4:2)
NEW YORK. La República Dominicana está sometida a los caprichos de una cofradía vanidosa, mentirosa y miedosa, que además ha sido extraordinariamente eficaz en el uso de todos los medios a su alcance para propagar una oscuridad moral que le permite actuar con total impunidad.
La vanidad, la mentira y el miedo son un coctel que libado a placer en las alturas del poder da un jumo que desinhibe la imprudencia, la inmoralidad y la prepotencia, y anula el buen juicio. Su irremediable resaca de arrogancia sólo demanda continuidad en el consumo. En el país hombres de baja condición han decretado la muerte de la vergüenza y la compasión.
Mire, es absolutamente necesario carecer de vergüenza y compasión para que el gobierno se ufane pregonando estadísticas que avalan un crecimiento económico anual que ubica al país entre los primeros en este aspecto, al mismo tiempo que a rajatabla se niega cada año a cumplir con su propia ley entregando el porcentaje que corresponde en el presupuesto a la educación, renglón en el cual la República Dominicana figura entre los últimos.
Es mediante el ejercicio más desembozado de la vanidad y el miedo que se patrocinan los actos reeleccionistas en todas las tribunas en las cuales aparece el presidente Leonel Fernández, hombre que no para mientes para hacer suyos los mismos recursos que usaron Trujillo y Balaguer, los paradigmas mayores de vanidad y miedo que ha sufrido el país.
Tanto ha crecido la vanidad de Leonel que da la impresión de que él y su cofradía entienden que fuera del Palacio Nacional no hay otro lugar en la República Dominicana que pueda acogerla. Y el miedo a ser desplazado es mucho mayor, debido a que el cúmulo de hechos delictivos es muy grande. Tan grande es que ni la prensa comprometida con el régimen puede evitar que algunos de ellos se les cuelen. Hay el temor a que una vez fuera del poder se necesite más que una frase como aquella de “pagar o pegar” con la cual quedó resuelta la desaparición de $1,400 millones de pesos en el famoso Peme.
Y uno se pregunta ¿qué aparecerá ante nosotros el día que un rayo de luz hiera la oscuridad moral que nubla el país? Porque de que la luz se hará no se debe dudar, especialmente cuando uno se encuentra en La Biblia con sentencias como ésta: “Los hombres de baja condición sólo son vanidad, y los de alto rango son mentira; en la balanza suben, todos juntos pesan menos que un soplo”, (Salmos 62:9). Algún pequeño aliento ha de quedarle al pueblo dominicano, por más que la frustración y el desengaño lo hayan golpeado con más rudeza a medida que avanza el siglo 21. El soplo se producirá en algún momento.
El engaño no puede ser eterno. El apagón moral debe tener su final. No es posible que nos continúen vendiendo que Leonel es un hombre democrático, aunque él tiene en muy alta estima en su gobierno a personas que nunca han creído en la democracia. No es posible que nos sigan vendiendo que el país ha avanzado políticamente, cuando lo que hemos hecho es retroceder.
Fíjese, tanto hemos retrocedido que la iglesia católica -dando algunas señales de disgusto con el régimen- ha formulado denuncias de cierta contundencia en estos días y, aunque puede parecer increíble, está colocada ante la posibilidad de volverse a enfrentar cara a cara con varios de los personajes que la enfrentaron hace ya más de medio siglo, cuando rompió con Trujillo.
Por hoy, me voy. Que Dios le llene de bendiciones y se apiade de la República Dominicana.
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