jueves, 22 de abril de 2010

La Gloria de Vincho

NEW YORK. No sé si es porque estoy ubicado en los predios newyorkinos, pero cuando acabé de ver el vídeo que recogió las imágenes de la ciudadana Gloria Peña confrontando al poderoso doctor Marino Vinicio (Vincho) Castillo mi mente viajó hasta Rosa Parks, la valiente costurera negra que se negó el 1 de diciembre de 1955 a ceder su asiento en un autobús a un blanco, en Mobile, Alabama.
La acción, calificada entonces como desobediencia, la llevó a la cárcel, pero, a la vez, fue la chispa que encendió la lucha por los derechos civiles en los Estados Unidos, nación que hoy tiene a Barack Obama como presidente.
Hay semejanzas entre las acciones de la señora Park y de doña Gloria. La señora Parks estaba cansada del abuso contra ella y los de su raza cuando desafió la ordenanza de no sentarse en un lugar reservado para blancos y no hizo caso al chofer que le ordenaba irse a la parte de atrás del autobús, prefiriendo esperar a que viniera la policía a llevársela presa. Doña Gloria está cansada de la corrupción y la falacia que sufre junto al pueblo y aprovechó la oportunidad para manifestar sus sentimientos a Vincho, el segundo hombre en importancia del Gobierno, sólo detrás del presidente Leonel Fernández, quien considera al viejo abogado como su ídolo.
Mucho se puede y se debe decir de esa breve oportunidad que tuvo la señora Gloria de encontrarse con Vincho. Cuantas lecciones para preservar la libertad que queda en la República Dominicana impartió la dama en dos minutos y ocho segundos de fílmica en uno de los pasillos del antiguo edificio de la Procuradoría General de la República.
La primera de las lecciones fue la ratificación de que al valor y a la verdad el falso poder terrenal siempre le corre. Viendo el video uno se da cuenta como desde la suficiencia y el menosprecio con que el poderoso Vincho preguntó a los reporteros “¿qué dice la señora?”, en segundos perdió el engreimiento y la seguridad al escuchar el “usted es un falaz” que lo dejó indefenso por completo y sólo tuvo agilidad para retirarse rápido del escenario diciéndole a la dama con risa nerviosa “a usted le gusta Hipólito”.
La segunda lección es la comprobación sin embozo del papel al que ha quedado reducida la prensa, en su mayoría, que no es otro que defender a las autoridades de turno. Fue patético escuchar a los reporteros haciendo esfuerzos para evitar que se produjera la noticia, que se produjo porque, ciego de presunción, Vincho no vio en doña Gloria la categoría del ciudadano -en el caso ciudadana- con moral y honra, que en la República Dominicana de hoy es algo así como una especie en peligro de extinción, y por ello no barajó el desafío.
La tercera lección es que el gobierno no está dando palos a ciegas para acabar con el pluralismo partidario. El desparpajo con que uno de los reporteros preguntó a la dama por el partido al cual pertenecía llevaba implícita la descalificación inmediata, en caso de que ella se hubiese identificado como perteneciente a un partido cualquiera de los que no están en el gobierno. Ella respondió que sólo es una opositora a la vagabundería y creyente en la democracia, eso la salvó de ser escarnecida de manera atroz.
Lógicamente, los infelices reporteros no están en capacidad para descalificar a personas así y no les quedó más remedio que gritar un pusilánime “viva Gloria”, con pretensión irónica de ridiculizar a la dama, pero los ridiculizados fueron ellos con el contundente ¡VIVA LA DEMOCRACIA! que ésta devolvió.
Patético también fue que uno de los reporteros le preguntara si trabajaba en la Procuradoría. ¿Iba a ir con el video donde el procurador a chivatearla, en caso de que fuera empleada, con el objetivo de demostrar que es un defensor del gobierno?
Bueno, no voy a continuar con el patetismo de los reporteros, pues lo que quiero es mostrar mi respeto a doña Gloria. Espero que su nombre se perpetúe en República Dominicana como el de Rosa Parks aquí. La Gloria que llegó a Vincho hace unos días no es la que él aspiraba, eso está claro, pero de todas maneras le hizo bien, las lecciones de moral que le impartieron le hacían mucha falta al poderoso personaje.
Por hoy, me voy. Que Dios le llene de bendiciones.