NEW YORK. Muerte como la de Freddy han de servir para trascender las manifestaciones de dolor clásicas, y hasta extraordinarias, como ha sido su caso.
La partida de alguien inmenso como Freddy Beras Goico debe servir para mucho más que el justificado y espontáneo llanto en todo el país y en cualquier punto del planeta donde estamos los dominicanos. Debe servir para mucho más que el justificado y espontáneo homenaje ofrecido por el pueblo. Debe ser motivo de reflexión profunda.
La reflexión es propicia porque difícilmente las generaciones presentes en la vida dominicana volverán a ver una muerte que alcance la dimensión de la de Freddy. La razón es sencilla: no suelen aparecer en todas partes y mucho menos se repiten en el mismo pueblo personajes que llenen los espacios que llenó Freddy, y de la manera como los llenó.
Pienso que no hay un dominicano de hoy que no haya reído alguna vez con un cuento, un chiste, una ocurrencia o un personaje de Freddy. Tampoco debe haber un dominicano a quien, por lo menos, no se le aguaran los ojos alguna vez cuando las lágrimas -siempre cerca- de Freddy empezaban a bajar por sus mejillas. ¿Hay algún dominicano no se haya enfogonado o manifestado su apoyo a más de una de las enfogonadas de Freddy? ¿Hay algún dominicano que no haya sido motivado por Freddy para identificarse o cooperar con más de una causa altruista?
Se cuentan por millares los dominicanos que hoy son hombres y mujeres productivos gracias a que en los momentos de necesidad encontraron en Freddy la vía para solucionar sus problemas de salud o de estudios.
Por todo eso, y mucho más, la partida de ese espíritu que vino al mundo con dones como la espontaneidad, la sensibilidad, la firmeza para mantenerse libre y actuar con igual respeto frente al más humilde y al más encumbrado, pero también para mentarle la madre al abusador más encumbrado como al más humilde de los abusadores, la partida de Freddy no puede ser un punto final, es un punto y seguido.
Para mí (aclaro que hace un corto tiempo le perdí el miedo a la muerte y ahora la veo como un milagro más del Padre) la muerte de Freddy es una reconfirmación de que el milagro del nacimiento nos trae a todos con los días contados. Digo esto porque posiblemente por ningún otro dominicano se haya orado tanto de manera espontánea, además de que a Freddy no le faltaron recursos para poner a la ciencia a trabajar por el restablecimiento de su salud corporal.
El Padre escucha las oraciones, puedo afirmarlo. Y el propio Freddy se encargó de dar, y ser a la vez, testimonio contundente al respecto. Las oraciones son escuchadas por Dios y prueba de ello es la fortaleza que encontraron sus familiares y el pueblo dominicano para despedirlo. El Padre escucha las oraciones, mediante la oración encontró Freddy el sendero para acercarse a Jesús, lo que debe regocijar a todos sus deudos, que somos todos, porque “así como creemos que Jesús murió y resucitó, así también creemos que Dios va a resucitar con Jesús a los que murieron creyendo en él”, (1 Tesalonicenses 4:14)
Hará falta Freddy a la República Dominicana. Mucha falta hará ese hombre que en sólo siete décadas apretó obras y vivencias que a cualquier cristiano normal le tomaría 140 años realizarlas. Hará mucha falta ese hombre que vivió sin vanidad ni miedo en un país donde, precisamente, la vanidad y el miedo son razones para mantener, a cualquier precio, el manejo del estado.
Por hoy, me voy. Que Dios se apiade de la República Dominicana.
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