Padre, Señor, hoy te hago una petición muy especial, en nombre de Jesús.
Te pido que le devuelva la salud a mi país, República Dominicana.
Tú sabes, Señor, que desde hace tiempo República Dominicana está enferma por la lepra del peor tipo: Corrupción Política. Manchas rojas y blancas atacaron su cuerpo antes, pero ahora la despedazan con celeridad unas moradas anestésicas, peores, pues se hicieron muy resistentes, reconstituyéndose con las bacterias de las rojas primero y con las de las blancas últimamente. La enfermedad está en etapa avanzada, que la ciencia define como “facies leonina”.
Padre, Tú bendijiste a tu pueblo, que creaste noble, con un remedo isleño del paraíso; un territorio hermoso e inmensamente rico, con tierras pródigas, las mejores playas, valles y montañas hermosísimos. Son sólo 48 mil kilómetros cuadrados, pero con una variedad extraordinaria de micros climas y accidentes geográficos fabulosos.
Oh Padre, por la maravilla de tu creación, los dominicanos tenemos el privilegio de que en un territorio tan pequeño se da el fenómeno de que la temperatura en ningún día del año impide un baño de mar ni requiere de acondicionador de aire en las montañas. En un par de horas podemos pasar del calor de la playa a la frescura de la montaña, pero cada vez es más restringido el disfrute de esas maravillas.
¡Ay!, Padre, la lepra política está acabando aceleradamente con todo eso. No hay un lugar en el país que las horribles manchas rojas, blancas y moradas no hayan invadido. Si vas a las montañas, allí se ven sus grandes nódulos, convertidos en lujosas e inexpugnables estancias. Si vas a las playas, allí se observan por igual sus tumoraciones, convertidas en resorts, verdaderos fortines de resguardo a la invasión de medicamentos populares y heroicos.
Dios, la lepra de la corrupción ataca a tu pueblo dominicano en contubernio con el narcotráfico y el sicariato. Tu pueblo dominicano es despojado de sus bienes desde el Palacio Nacional. Tu pueblo dominicano es asaltado en calles y avenidas. Tu pueblo dominicano vive con las puertas de los hogares cerradas, la mayoría de las noches a oscuras y siempre clamando por agua.
Dios, la lepra de la corrupción casi aniquila a los niños pobres que desayunan en las escuelas públicas, donde el pan de la enseñanza es tan malo como el suero que le han dado a beber para cumplir compromisos políticos.
Son muchos los males, son poderosos quienes están en el Palacio, los narcotraficantes y los criminales callejeros, pero Tú, Padre, eres más poderoso que ellos; no desampare a tu pueblo, llénalo nuevamente de bendiciones.
Oh Dios, redime a la República Dominicana de todas sus angustias. Que la lepra política no ignore tu existencia; haz que tengan temor por Ti los políticos corruptos. ¡Tuya sea la gloria de salvarnos, Padre! Gracias, en nombre de Jesús.
Por hoy, me voy, que Dios le llene de bendiciones, y se apiade del país.
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