NEW YORK. La gran importancia del triunfo arrollador del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) en las elecciones que tuvieron lugar el domingo 16 de los corrientes es que la República Dominicana quedó divida entre vividores del estado y marginados del senado (en minúsculas), con “Ninguno” en el medio.
Completando la primera década del siglo 21 tenemos un país que en materia de política finalmente es un libro abierto. Afortunadamente, algo está claro y en orden en el territorio con imperio de la oscuridad y el caos de la corrupción, el crimen y el narcotráfico.
Si comparáramos el país político con una cuerda, la misma necesariamente tendría que ser muy resistente hasta su parte media y en posición colgante, con el PLD atado firme en el extremo superior y el PRD flojo en el inferior. De aquí a 2012 buena parte de “Ninguno” será enrollado hacia arriba y el resto quedará deshilachado.
Eso es bueno, pues pienso que lo mejor que trajeron los resultados de las elecciones es que, ¡por fin!, se aprecia claro el final del juego político democrático, la caricatura de democracia o como usted prefiera llamar a la mala representación de la democracia que tanto ha sufrido y que tan cara le cuesta a la población que paga sus impuestos.
Sin la gallera de las elecciones, los ahorros serían muchos. De entrada, desaparecería la Junta Central Electoral, organismo que sólo sirve para contar votos y validar el resultado, pase lo que pase, como lo hizo ahora Castaños Guzmán, quien para realzar la pureza y el éxito de los comicios calificó de “incidentes sin importancia” los cinco muertos y 13 heridos que cobró el torneo, la compra de cédulas en Mao denunciada por la OEA, los tiroteos en San Juan de la Maguana, entre otras patrañas.
La JCE se chupó sobre los RD$2,000 millones de pesos “organizando” el proceso electoral, al tiempo que permitía sin rubor que el presidente Leonel Fernández lo desorganizara con los recursos del estado.
Otro ahorro mayor sería el que comprende los gastos fijos del gobierno en fabulosas compras de periodistas, medios y de cuanta parafernalia le ofrezcan para promoverse, inversión que excede los RD$5,000 millones al año.
Nadie nunca conocerá las decenas de miles de millones gastadas en “obras”, en compras de tránsfugas, en repartos de dinero hechos para asegurar el triunfo electoral. En esos renglones las pérdidas de dinero son incalculables.
Así, ante esas feas realidades, surge la esperanza de que tal vez no todo sea pérdida, si se piensa en que la barrida abrió la posibilidad de un escenario sin elecciones futuras, algo que necesariamente daría sosiego a los vividores del estado, quienes, al no sentirse amenazados de ser desplazados, meterían sus manos en las arcas nacionales con más comedimiento, no tendrían necesidad de ser tan permisivos con el narcotráfico para lucrarse de sus bienes y dinero, entre otras cosas que hacen para acumular dinero fácil y rápido. Sería, por lo menos un respiro económico. Tal vez soy muy iluso pensando en esas posibilidades.
También cabe la posibilidad de que viéndose bajo el dominio de una dictadura franca, sin el tapujo del engaño democrático, el pueblo reaccione de otra manera para provocar él la siguiente y definitiva barrida. Tal vez soy muy iluso pensando en esa posibilidad, pero hay que mantener la esperanza.
Por hoy, me voy. Que Dios le llene de bendiciones y proteja a nuestro país.
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