NEW YORK. Sobre el dominicano sin riqueza material se han arraigado tantos mitos que la mayor parte de los que nacen con esa condición si no llegan a salir del país lo más probable es que mueran convencidos de que son vagos, incapaces de educarse, sin costumbres, sin iniciativa, amantes del “dao” y tantas otras cualidades negativas que les atribuyen para mantenerlos creyendo que ellos y sólo ellos son culpables de su situación, y no aquellos que prevalidos de poder les conculcan sus derechos y les roban hasta su autoestima.
El dominicano de la diáspora -que en mayoría viene de abajo- no tarda mucho en darse cuenta de la falsedad de esos malvados atributos. La generalidad, al llegar aquí, con rapidez se entera de que le sobra capacidad para adaptarse a nuevas costumbres y cumplir con todo lo establecido para poder permanecer en los ambientes no viciados, donde las leyes son respetadas por todos.
Mire, voy a poner un par de ejemplos simples, referentes al tránsito, cuyo caos en Santo Domingo se suele atribuir a la falta de educación de los choferes del concho, de los taxistas y de los motoristas. Aquí, como allá, hay miles de dominicanos que se ganan la vida braveando en un taxis, pero yo nunca he visto a ninguno de éstos, en medio de un tapón de esos que se dan aquí, “inaugurando” una tercera vía donde sólo funcionan dos, resistiendo estoicamente la tentación de un paseo totalmente despejado en un “highway” sin policías a simple vista.
Jamás he visto tampoco a ningún criollo de los que andan carpeteando en motores desplazarse entre los vehículos cuando los atrapa una luz roja para colocarse en primera fila frente al semáforo.
La quimera de que el dominicano es vago por aquí también pierde la validez que tiene allá. No hay trabajo al que un criollo no le marche cuando es el que aparece en el momento de la búsqueda de un empleo, independientemente de si es profesional universitario o no.
El dominicano rechazado allá, aquí se crece al obtener la mínima oportunidad para hacerlo. Conozco varios que llegaron haciendo un viacrucis por Centroamérica para pasar a pie e ilegalmente la frontera de México y Estados Unidos y otros que cruzaron en yola el canal de La Mona y hoy son personas ejemplares, con buenos trabajos y negocios. De más está decir que son parte importantísima del sostenimiento de la economía dominicana, con sus remesas.
Es paradójico, pero mucho de los que para los políticos criollos fueron desechos sociales en República Dominicana, que no merecían la oportunidad de educarse, han pasado aquí a ser objetivos económicos para los mismos políticos. Estos quisqueyanos valientes han roto los mitos tradicionalmente endilgados a los que nacieron sin cuna.
Por hoy me voy. Que Dios le llene de bendiciones y se apiade de la República Dominicana.
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