viernes, 4 de diciembre de 2009

Diálogo en París.


NEW YORK. En el Palacio del Elíseo, Leonel Fernández avanzó con firmeza hacia Nicolás Sarkozy, con una sonrisa y con su Doctor Merengue diciendo: “a este francesito lo mueleo yo; le voy a vender el tren Santo Domingo-Santiago”. Devolviendo la sonrisa, y a pocos pasos del choque de manos protocolar, Sarkozy escucha a su propio Doctor Merengue decir: “el mulato éste viene a pedirme algo. No va a venir de tan lejos si no es para buscar algo; voy a ver con lo que me sale ahorita”.
Después del flasheo y las características muecas sonrientes para estos casos, al quedarse fuera de la vista de la prensa soltaron las poses y empezaron a hablar distendidamente, de acuerdo a lo revelado por MI, una fuente de entero crédito que tradujo al buen dominicano lo que hablaron ambos mandatarios.
--Es un placer recibirte por aquí, Leo… ¿Cómo dejaste la cosa allá?
--Gracias, Nico. Eso allá está bien, y caminando. Playa y sol todo el tiempo… a propósito, ¿cuándo vas a dar una vuelta por allá?
--La verdad es que nada me gustaría más que pasar unos días allá con mi mujer, darme un par de chapuzones en el mar y coger un poco de sol, pero para mí no es tan fácil salir. Tú eres un privilegiado, porque puedes salir a cada momento, y por largos períodos.
--Excúsame, Nico, lo que pasa es que yo me encargo personalmente de salir a buscar negocios para mi país. Tú sabes que en RD está casi todo por hacer, así que la gente sabe que salgo a buscármelas a nivel internacional. Algunos hablan pendejadas de los viajes, pero yo lo tengo todo bien amarrado allá.
--Esa es una gran suerte, Leo. Tú puedes justificar los viajes con asuntos de negocios, pero yo…
--No no, no. Excúsame de nuevo. Te tengo la cuartada perfecta. Mira, yo empecé a hacer un tren de la capital a Santiago, pero no tengo los cuartos ahora mismo. Tu estás para’o, así que te propongo que invierta unos chelitos y yo te daré a ti y a los franceses la concesión para que exploten la ruta de por vida. Déjame decirte, allá los negocios que más dejan son los del transporte. Ojalá estuvieran aquí, para que te digan, Hubieres, Figuereo, Antonio y Cambita, entre otros que hacen millones transportando pasajeros, aunque lo que tienen son chatarras. No te imaginas lo que producirá ese tren.
--Leo, espérate. Que tú sabes ya por experiencia que los trenes son muy caros y dejan pérdidas, hay que subsidiarlos. La gente mía sabe eso. Pero, podemos hacer un cambalache que pienso que mi gente aquí aceptaría con gusto.
--¿Cómo así?
-- Mira, yo voy a poner los billetes, y tú, a cambio, retiras tus guardias de la frontera con Haití.
--¡Nico! Pero tú me la está poniendo en China. Eso es como un cambio de cangrejitos por botones.
--No ombe no, Leo. Los haitianos de hecho están en tu territorio, y seguirán cruzando, pues no pueden hacer otra cosa.
--Sí, pero…
--Leo, tú eres un hombre práctico. Y sabes que para todo perdido es mejor algo ganado. Tú no harás nada malo, sólo acelerar un proceso indetenible. Sal de eso. Nos quita un problema a nosotros y tú te quedas con tu tren.
--Déjame ver qué puedo hacer, porque la verdad que me interesa el tren, y no falta razón en lo que dices. Voy a tirar los globos de ensayo, voy a empezar hablando de tu interés por el tren tan pronto como salga de esta reunión. La verdad que me la pusiste incómoda, pero deja ver lo que hago, la peor diligencia es la que no se hace.
--Dale pa’lante, Leo, dale pa’lante. Para nosotros es factible, por rentable, darte los cuartos a ti para que hagas el tren, en lugar de mantener de por vida a Haití.
--Excúsame, Nico, nos vamos a ver, tengo que irme. Los muchachos que andan conmigo quieren que los lleve a dar una vuelta por París. Recomiéndame un buen vino. ¿Cuál es el que tú…
Ahí mismo sonó mi teléfono, y se espantó MI (mi imaginación), dejándome sin diversión.
Por hoy, me voy. Que Dios le llene de bendiciones.

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