NEW YORK. Un político profesional (*) y un hombre sensato difícilmente coinciden bajo la misma piel en la República Dominicana. Y mucho más difícil es que un político profesional y un hombre honrado (con dignidad) compartan el mismo cuerpo. O se es político profesional o se es sensato. O se es político profesional o se es honrado y digno. No hay dualidad.
En otros profesionales la dualidad es posible. Para poner un ejemplo: si nos dispusiéramos a hacer una lista de los profesionales de la medicina que al mismo tiempo son sensatos, honrados y dignos, con seguridad que la lista será larga, lo mismo ocurriría con ingenieros, arquitectos, etc. Usted y yo sabemos, y mucho mejor lo saben los modernos políticos profesionales criollos que en su universo es prácticamente imposible hacer un listado de colegas suyos sensatos, honrados y dignos.
Ocurre que -en la práctica profesional actual- política es sinónimo de: perversidad, deslealtad, iniquidad, engaño, simulación, robo, mafia, chantaje, crimen, abuso de poder, corrupción, manipulación, desfachatez y otras pobrezas humanas. Y el político que se reviste con la mayor cantidad de las mismas es el líder de todos. Lo sabe Usted, lo sé yo y mejor lo saben los políticos, quienes actúan sin preocupación, sin vergüenza, sin compasión, con natural impunidad.
Quienes tienen un mínimo de sensatez abominan de la política y con impotencia observan el discurrir de las cosas: la podredumbre política permeando todo. Y cuando los que están fuera del fango político emprenden iniciativas o hacen reclamos justos, como es el caso de la Coalición por una Educación Digna, los políticos profesionales satanizan sus gestiones tildándolas de “politizadas”.
El reclamo de que se cumpla con una ley, como la del 4% del PIB para la educación, es algo que debe ser rechazado por el gobierno y su congreso, nos venden ellos, porque está “politizado”. Es increíble a donde se ha llegado en nuestro país, hoy postrado por una corrupción aceptada por fuerza de costumbre.
A eso han apostado los políticos criollos, a la fuerza de la costumbre, y hay que admitir que han impuesto sus reglas de manera apabullante. Hoy es totalmente normal, gracias al apoyo dado por la red de periodistas y medios “independientes” que trabajan para el gobierno, que el presidente de la República Dominicana sea un violador consuetudinario de la ley.
El caso Sun Land, las nominillas y ahora la no inclusión en el presupuesto nacional del 4% del PIB son violaciones flagrantes a leyes del país, las cuales han sido justificadas sin el menor empacho en los medios. La costumbre ha hecho ley. No hay duda.
Y debemos estar claros en que el no cumplimiento con la ley del 4% del PIB para educación, el no complacer a los sectores sensatos de la nación que hacen el reclamo no está basado en impedimento de tipo económico. La negativa del presidente Leonel Fernández está sustentada en su determinación a no perder la prerrogativa que la fuerza de la costumbre le ha dado de quebrantar la ley cuando sus intereses personales así lo requieren. No olvidemos que él tiene pendiente para quebrantar próximamente la ley que le impide optar por la reelección. Ceder ahora la hubiese restado fuerza, entiende él, para su jornada venidera. Es la práctica continua la que le da destreza y fortaleza al violador.
Por hoy, me voy. Que Dios le llene de bendiciones y se apiade de la República Dominicana.
(*) Un político profesional es un vividor de la política, sin ideología ni principios ni lealtad, pero con sólida voluntad de hacerse rico con los bienes del estado.
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