lunes, 20 de diciembre de 2010

El poder político es un vicio


…el amor es el cumplimiento de la ley”, (Romanos 13:10).
NEW YORK. De acuerdo al panorama que desdibuja a diario con sus dichos y actuaciones la jerarquía dominicana no se cae en exageración, y mucho menos se peca, si se hace un paralelismo de la dependencia que son capaces de crear el gusto por ejercer el poder político ilimitado y el gusto por el consumo de las llamadas drogas fuertes.
Uno y otras generan rompimientos con las buenas normas conductuales y anulan la conciencia. El poder político, ejercido sin límite y con descaro, deviene en vicio similar al del consumo de narcóticos, con todas las consecuencias que acarrean los vicios al enviciado, a sus familiares, a quienes le rodean y a la sociedad.
Mire, el perfil de cualquier drogadicto en etapa avanzada lo define como un tipo carente de amor (no cumple con la ley) a la vez que es propietario de un singular desprecio hacia los demás, el cual le sirve como soporte interior que le justifica sus acciones para lidiar con su adición.
El drogodependiente viaja permanentemente de la depresión por la falta de su droga a la altanería cuando se la suministra, y se pone “high”. En ese discurrir se deshumaniza y llega a ver el engaño, el robo y hasta el crimen como medios legítimos para satisfacer su necesidad de drogarse. Sin remordimiento de conciencia va a su propia destrucción, transgrediendo en el ínterin todos los valores de la familia y la sociedad.
Los cementerios, las cárceles, los hospitales y las calles de los Estados Unidos están llenos de estrellas y celebridades artísticas y deportivas que en un momento mostraban que lo tenían todo,  incluyendo -lamentablemente- algún vicio que terminó destruyéndolas, afectando a su familia y a la sociedad que los tuvo como paradigmas del éxito que debían ser exaltados y emulados.
Si hablamos de República Dominicana, no es difícil recordar a famosos que se convirtieron en víctimas del vicio de las drogas. E imposible es no saber los nombres de los paradigmas que se enviciaron con la detentación del poder político ilimitado ayer y hoy.
De las historias de engaños, robos y crímenes de los dos viciosos políticos más grandes del pasado siglo hay por ahí millares de dominicanos en capacidad de dar testimonios. De la historia que se escribe en el presente todos podemos hablar, y debemos hablar.
Es más, tenemos la obligación de hablar, para ver si Leonel Fernández -convertido en estrella política por Juan Bosch y en celebridad por Joaquín Balaguer- logra dominar su vicio que está en una etapa bastante avanzada, la cual muestra ya la deshumanización que campea en su mente y que lo lleva a ser inflexible frente a la más humana de las aspiraciones: la de educarse.
Con altanería y sin ningún tapujo Leonel se atrevió a decir que por más que salte y patalee el pueblo él no cumplirá con la ley de entregar el 4% del PIB a la cartera de educación.
Quienes aceptamos lo dicho en Romanos 13:10 no tenemos que dar muchas vueltas para señalar que no hay amor para el pueblo en un hombre que viola leyes creadas para proteger a ese pueblo.
Leonel debe revisar su deshumanización y su ausencia de amor, pues son esas, precisamente, las causas principales que llevan a la ruina a los adictos de cualquier género.
Y es obligación de nosotros insistir para que lo haga, para que el país no llegue al límite de lo insoportable. Recuérdese que para los adictos políticos no hay Hogares Crea que los ayude a rehabilitarse.
Por hoy, me voy. Que Dios le llene de bendiciones y se apiade del país.

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