NEW YORK. No puedo decir con
exactitud qué es, pero es obvio que se necesita algo más que el dinero y el
poder para enfrentar situaciones decisivas honrando las palabras empeñadas y las
promesas hechas. Esta es una de las lecciones valiosas que dejó la convocatoria
hecha por Miguel Vargas Maldonado al Comité Ejecutivo Nacional (CEN) de su
Partido Revolucionario Dominicano.
El fallido encuentro nos legó
asuntos positivos y esperanzadores, pero hablaremos de eso más adelante.
Examinemos eso de que no todo se logra con dinero y poder.
Miguel Vargas Maldonado lo
tenía todo preparado a su favor,
por lo que tenía la obligación, o por lo menos
el deber, de esperar a Hipólito Mejía a las 10:00 de la mañana de este domingo
27 de enero de 2013 para proceder personalmente a devolverlo de las puertas del
local del PRD cuando éste se presentara. Con una acción así, Miguel hubiese
fulminado para siempre a su rival.
Se imagina Usted lo que
hubiese sido ver a Miguel entregándole o por lo menos blandiendo frente a
Hipólito los papeles probatorios de su expulsión de su franquicia política,
decretada por el flamante presidente del tribunal disciplinario del PRD, Fiquito
Vásquez, algo que luego fue avalado por el tenebroso TSE, una de las llamadas
altas cortes del país, esos nichos donde fueron colocados unos cuantos roedores
políticos con títulos de abogados para que mordisqueen la parte del pastel del
estado que les corresponde por legalizar lo ilegítimo. Pero Miguel no esperó a
Hipólito; en las transmisiones en vivo sobre las incidencias de la fallida
reunión del CEN se anunció que se había proyectado por la puerta del patio de
su local hacia un lugar desconocido.
Miguel Vargas tenía en su
favor el apoyo de su gobierno. El presidente Danilo Medina desde la noche
anterior le había facilitado decenas de policías para que él controlara su
local. Pero Miguel no esperó a Hipólito, aunque sabía que los uniformados lo
resguardarían. Y en lugar de parapetarse en la puerta, junto al poderoso Julio
Maríñez, presidente de la comisión de control del PRD, al no menos poderoso
Fiquito y al también poderoso fiscal nacional perredeista Geovanny Tejada, Miguel
decidió no cumplir con la palabra empeñada. Simplemente se desapareció como por
encanto.
La ausencia de Miguel, de
Maríñez, de Fiquito, de Tejada y demás jefes grandes de ese equipo, a la hora
de la hora, dio lugar a que sólo se cumpliera el vaticinio de que se armaría un
rebú en el lugar. Nada de lo preparado con dinero y poder se dio. Y no sólo no
se dio sino que Miguel se perdió por horas sin dar señales de su existencia, a
pesar de que los medios que transmitían el reperpero que tuvo saldo de varios
heridos clamaban para que, por lo menos,
se dejara escuchar. Apareció mucho después, en rueda de prensa, obviamente ya
recuperado de los jadeos que pudieron provocar en él los acontecimientos.
Aclaro que si jadeó, poco o mucho, no soy quien para culparlo, porque yo frente
a la televisión hiperventilé por momentos escuchando los tiros, pensando en un posible
saldo de varias personas muertas. Gracias a Dios, no ocurrió.
Entre los asuntos positivos y
esperanzadores que se pueden extraer de los negativos sucesos entre los
perredeístas, y que quedan como renovadas enseñanzas a extrapolarse para el
enfrentamiento que tiene pendiente el pueblo, están: 1) Dinero y poder no
constituyen garantía cuando las bases se mueven, porque quienes estaban
impedidos de entrar al local recibieron tiros y bombas lacrimógenas, pero
consiguieron su objetivo. 2) Las acciones pueden que hayan desencadenado la
necesaria desaparición del PRD. Esto sería muy bueno, además de necesario por
ser este el partido que más ha contribuido a que el pueblo dominicano haya
sufrido por más de 50 años con la caricatura de democracia que lo mantiene
postrado y que sólo ha servido para enriquecer a una mafia política que
controla desde las industrias hasta el narcotráfico existente en la República
Dominicana. El PRD de revolucionario no tiene un ápice. Por el contrario, en la
oposición ha sido el tapón para contener el desbordamiento que desea y necesita
el pueblo para arrasar con la corrupción. Y como gobierno siempre ha enarbolado
el borrón y cuenta nueva.
3) Si desaparece el PRD -el partido
que consiguió cinco décadas atrás su arraigo en el país de la manera más
espontánea, pues su militancia se afilió al mismo casi con la vocación de un
fanático leal a un equipo del béisbol- ya nadie va a dudar de que también
desaparecerán los partidos de la Liberación Dominicana y Reformista cuando el
pueblo decida movilizarse con determinación para librarse de la carga que le
han atado, mediante el uso de un recurso tan amañado como son las elecciones en
nuestro país, las cuales han dado lugar a un período más prolongado de abusos y
de mayores robos de los bienes del estado que el sufrido en la dictadura de
Trujillo. Para avalar esto sólo hay que pensar en la deuda externa, y ya eterna,
que aumenta cada día.
Roguemos, lo invito, por la
desaparición del PRD, porque el efecto dominó no tardará en manifestarse. Es
seguro que cuando el pueblo se menee los actuales gobernantes, así como lo
hicieron Miguel y su equipo, aplicarán automáticamente la máxima que dice:
“para que digan que aquí cayó, que digan que aquí corrió”. Si el dinero y el
poder no pudieron contra un par de centenares de perredeistas que reclamaron su
local secuestrado, no hay que ser adivino para saber lo que ocurrirá cuando la
mayoría del pueblo decida recuperar lo que le pertenece.
Por hoy, me voy. Que Dios le
llene de bendiciones, y se apiade de la República Dominicana.
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